domingo, 27 de septiembre de 2009

Las transformaciones del miedo

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Actualidad - Pensamiento.-
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Fuente: www.lanacion.com

El autor de El sentimiento de inseguridad (Siglo XXI) analiza el temor al delito, desde un punto de vista sociológico

Por Gabriel Kessler

Muchos miedos han mutado a lo largo de la historia mientras que otros perduran, pero en el trasfondo de la mayoría subyace el temor a la muerte. [...] La noche, el mar, las pestes, el hambre, el fuego, las bestias salvajes, el interior de un cuerpo humano indescifrable, la brujería y las herejías fueron los miedos previos a la modernidad en los imaginarios culturales que fusionaron la dimensión material y espiritual, la furia divina y las catástrofes naturales [...]

Lucien Febvre [...] sintetizó la omnipresencia del desasosiego en el siglo XVI en una célebre frase con la que coinciden otros historiadores de la Edad Media y de la primera modernidad: "Miedo siempre, miedo en todos lados". Sin embargo, el temor al crimen no se destaca entre todos estos miedos. La muerte violenta a manos de un conocido era frecuente, sobre todo hasta el final del Medioevo y la modernidad temprana: el hecho de que una disputa, una fiesta popular o un simple encuentro entre vecinos terminara en una muerte no causaba casi sorpresa ni condena. A partir del siglo XVI una confluencia de procesos explica el "retroceso de la inseguridad" tradicional y la renovada sensibilidad frente al delito violento. [...]

Con altibajos y diferencias según las regiones, comienza en Europa occidental un tiempo de consolidación de la burguesía urbana y de incremento de la esperanza de vida que permitió pensar el paso por la tierra como un lapso que podía ser, en lo posible, extendido. Asimismo, diversos teólogos pugnaron por la reinterpretación de un Dios católico y protestante un poco más piadoso con la vida terrenal, mientras que se revalorizaba la seguridad de los cuerpos y se tomaban nuevas medidas para proteger los bienes (se asistía entonces al nacimiento de la industria moderna de los seguros).

No fue sólo una transformación de las mentalidades; también surgieron nuevos dispositivos técnicos que permitieron controlar los constantes incendios, al tiempo que la incipiente iluminación pública atenuó la profunda oscuridad nocturna de las ciudades. De este modo, se moderaron dos temores centrales de la época: el fuego y la noche. Por su parte, el escenario principal del delito sufrió también un cambio radical, ya que pasó de las zonas rurales a las ciuaddaes y mutó en sus formas. En el creciente anonimato urbano, el delito, que antes era el resultado de una pasión henchida, de una ofensa al honor o de una amenaza de infamia sin intención de dolo -en cualquier caso un acto cometido entre conocidos de pequeñas comunidades-, fue transformándose en un acto entre desconocidos, donde el cuerpo del otro era sobre todo un obstáculo para obtener un bien deseado.

La Revolución Francesa marcó un punto de inflexión puesto que la preocupación comenzó a dirigirse a la potencial insurrección de los pobres [....]. En este movimiento el crimen se transformó en un argumneto de la lucha moral y política que denunciaba un vicio detrás de la pobreza y la miseria. Y, en efecto, la severidad frente a los crímenes ligados al pauperismo fue muy alta, como lo testimonia la extrema dureza con que los juzgados de Francia, Inglaterra y otros países europeos castigaron todo tipo de violencias y robos contra la propiedad, incluso los más fútiles, durante parte del siglo XIX [...]. De a poco, la percepción de una supuesta peligrosidad de las clases trabajadoras fue menguando, o más bien cambiando, a medida que su situación mejoraba mediante la organización en sindicatos y partidos populares.

Un nuevo viraje se produjo entonces: el temor a los desmanes ligados a la pobreza transmutó en la amenaza de una clase revolucionaria organizada. Por su parte, el pensamiento sociológico naciente otorgó también un nuevo estatus al delito: se convirtió en una "enfermedad del cuerpo social", pasando de una patología individual a una colectiva. [...]

Luego de la Segunda Guerra Mundial se produjo un período de disminución de los delitos en los países centrales, que volvieron a aumentar a fines de los años cincuenta con la difusión del automóvil, que, al ser un bien de carácter privado y de alto valor que se dejaba solo en la vía pública, supuso un incremento de los robos. Esto, sin embargo, no implicó un aumento del resquemor. Recién en la década siguiente, durante el fin de las políticas de segregación de los afroamericanos en los Estados Unidos, se producirían picos de inquietud y se realizarían los primeros estudios del tema.

Con tendencia distintas, en los años ochenta se registra en diversos países centrales un aumento del delito urbano y el sentimiento de inseguridad se transforma en un problema público. [...]

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Además de los procesos sociales, algunas transformaciones semánticas coadyuvaron a la configuración actual de la subjetividad frente al crimen. [...] Desde el Renacimiento, la mayor parte de las lenguas europeas acuñaron un término específico para diferenciar la seguridad ligada a hechos objetivos de la sensación subjetiva: sûreté y sécurité, en francés, safety y surety, y luego security, ligado exclusivamente a la sensación subjetiva, en inglés. En español existía la noción de "seguranza", que ha caído en desuso, y en el presente se utiliza "seguridad" en ambos casos. El segundo movimiento fue el pasaje del sentido habitual de seguridad a la difusión de su opuesto, la inseguridad, con una acepción particular. [...]. Lagrange [...] marca en el caso francés el pasaje de la preocupación por la violencia política en los años sesenta y setenta a la de la inseguridad a partir de los ochenta, señalando que esta última no sólo da cuenta de un grado negativo de la seguridad sino que es la expresión de una amenaza y de una demanda insatisfecha.

Antes de ser utilizado en relación con el delito, el uso más frecuente del término "inseguridad" en las ciencias sociales se refería al ámbito laboral, por la eventual pérdida de puestos de trabajo debido a la innovación tecnológica, primero, y a la precarización laboral, más tarde. Luc Boltanski y Eve Chiapello [...] muestran cómo el capitalismo en su fase organizacional tiene que responder a la cuestión de la seguridad mediante la planificación, las protecciones y los beneficios de masas. En los noventa, los publicistas del management dejan esto de lado, y la valoración de la seguridad social es sustituida por la apología del cambio y del riesgo, el elogio de la flexibilidad y de la polivalencia. Así las cosas, en las últimas décadas, a medida que crece la demanda de seguridad civil, disminuye el imperativo de seguridad laboral.

A pesar de su difusión actual, el sentimiento de inseguridad [...] es una prenoción sociológica, ya que no ha sido objeto de un desarrollo teórico como otros conceptos cercanos, por ejemplo, el riesgo o el pánico moral [...].

Es así que el miedo, en sus diversas manifestaciones, una vez abandonadas las pretensiones iluministas acerca de que el desarrollo de la Razón iba a lograr dominarlo, vuelve a ocupar en los últimos años un sitio en el pensamiento social.

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